Alfonso ve su arte como un canal para contar historias, donde cada observador se convierte en un narrador, tejiendo crónicas personales en su trabajo. Está convencido de que esta interacción dinámica es la esencia del arte. Arraigadas en el surrealismo contemporáneo, sus pinturas son un tapiz de símbolos, cada uno con un significado distinto que crea una conexión con el espectador. Su arte se extiende más allá de la percepción visual, ofreciendo una invitación a participar en una conversación casi tangible, transformando una visión pasiva en una experiencia activa y reflexiva.